Los atascos, los resultados de un análisis, cambios en el comportamiento de un/a hijo/a, aprender algo nuevo, seguir una dieta para perder peso, la nota de un examen, seguir un tratamiento, esperar a ser atendidos/as, etc. Un elemento común que hay en todas estas situaciones es que requieren de diferentes dosis de PACIENCIA.
Parece que estamos aprendiendo a vivir aceleradamente. Nos urge satisfacer nuestras necesidades de forma inmediata. Nos lleva a querer lograr nuestros objetivos con el menor esfuerzo y mayor rapidez posibles. Hace que nos olvidemos de que algunas cosas van a su ritmo y no al nuestro. Sin embargo, los éxitos que más se disfrutan son aquellos a los que les ponemos todo nuestro entusiasmo y esfuerzo para lograrlos. ¿Qué se esconde tras una persona aparentemente impaciente? Las opciones son muchas, pero lo más frecuente es que esté experimentando una emoción que le provoca malestar. Algunas de estas emociones son: incertidumbre que genera ansiedad y preocupación, tensión al mantener un estado de estrés durante mucho tiempo, frustración que nos lleva a enfadarnos, aburrimiento que nos provoca desinterés y abandono, etc. La paciencia es una capacidad, con lo que se puede entrenar y mejorar. Es también un estado mental que, en un mismo individuo, puede variar dependiendo de la situación, las personas y el tipo de conflicto al que se enfrente. Es una destreza que no sólo está vinculada al logro de objetivos. La paciencia también es necesaria para nuestras relaciones y para que el estrés no haga estragos en nuestra salud. De hecho, puede llegar a hacernos más competentes, más inteligentes y más tolerantes con nosotros mismos y con los demás.
Ante una situación de este tipo, pregúntate: “¿hay algo que pueda hacer yo ahora mismo para solucionarlo?”
Si la respuesta es sí, hazlo. Pero fíjate bien en cómo se formula esta pregunta: la acción recae en ti, en el momento actual. No depende de que los demás cambien su forma de ser o de que las cosas deberían ser más fáciles o más rápidas. Tampoco tiene sentido pensar en acontecimientos del pasado o del futuro, como por ejemplo “no debería haber aceptado este trabajo”, “tengo que asegurarme de tomar una decisión mejor la próxima vez”.
En muchas ocasiones sólo podremos intentar abordar las emociones que nos genera esa espera. Es decir, si no puedes hacer nada en este momento, pregúntate: “¿qué puedo hacer yo para que la espera no me afecte tanto o para que ésta emoción no me desborde?”. Normalmente la respuesta será desarrollar nuestra paciencia y, mientras tanto, dedicarnos a otras ocupaciones más productivas o al menos que nos hagan distraernos. Te presento varios consejos que pueden ayudarte a ser más paciente:
- Practica actividades que te relajen – ejercicio físico, meditación, imágenes relajantes, yoga, pilates, respiración diafragmática, etc. Hazlo de forma habitual y no solo en situaciones críticas. Te ayudará a que, en los peores momentos, el malestar no llegue a ser tan intenso.
- Haz una lista de las cosas que te impacientan y piensa por qué crees que ocurre – Identifica qué emoción te genera esa situación, qué te viene a la cabeza en ese momento y si pueden estar relacionados. El objetivo de esto no es culparte por ello, sino que te conozcas mejor y aprendas a manejarlo.
- Ríete más, dale la importancia justa a las cosas.
- Sé más tolerante y empático – Observa y escucha antes de hablar o de discutir.
- Ponte metas mucho más pequeñas o a corto plazo y disfruta de cada momento y cada logro por mínimo que sea – Saborea el proceso y no sólo el resultado final. Esto hará que tu motivación se mantenga al ver los pequeños cambios.
- Mantén a raya las preocupaciones y los pensamientos que intenten boicotearte.
- No busques la perfección ni tener todo bajo control porque es imposible – Una gran parte de las cosas que ocurren dependen de elementos externos a ti.
- Si sientes el impulso de hacer algo, intenta postergarlo cada vez un poco más.
El mindfulness nos puede ser de gran utilidad en la tarea de potenciar nuestra paciencia porque reúne muchos de los aspectos anteriormente comentados. Es una técnica que usamos en psicología, que consiste en parar y observar el momento presente tal y como es, sin juzgarlo, prestando atención y siendo conscientes de lo que hacemos y de lo que está ocurriendo. De hecho, suele traducirse como atención plena, y el simple acto de parar y centrar la atención en nuestra respiración ya puede ayudarnos y darnos mucha información de lo que está pasando y de cómo nos está afectando.
¿Crees que por revisar tu móvil más veces, va a contestarte más rápido? ¿Qué pasaría si lo desconectaras o si sólo lo mirases en momentos puntuales una vez cada cierto tiempo?
Maldecir a la persona que habrá provocado el atasco o pitar a los coches que hay delante de ti, no va a hacer que llegues antes al trabajo, ¿por qué no te pones tu canción favorita e intentas relajarte? Es cierto que puedes estar preocupado/a esperando unos análisis, ¿pero de verdad que estar pensando en los resultados en este momento va a mejorar tu salud? No desesperes por estar todavía lejos de tu objetivo de una talla más pequeña después de dos meses de entrenamiento y dieta. Éste es un objetivo a largo plazo. Ponte otros más pequeños y realistas a corto plazo para motivarte, como salir a correr 30 minutos 2 días en esta semana. ¿Vuelves a pedir comida a domicilio porque llegas tan hambriento/a a casa que no puedes entretenerte en cocinar? ¿Por qué no intentas dejar preparado algo más saludable antes? Debemos entender que cada persona es responsable de su propio comportamiento, por lo tanto, no te puedes sentir frustrado o frustrada por culpa del clima, de fenómenos fortuitos o por el comportamiento de otras personas.
No dudes en consultarnos si quieres conocer más sobre el cultivo de la paciencia y cómo las técnicas psicológicas, como el mindfulness, pueden ayudarte.
Roberto Gómez Canales