En nuestro día a día estamos en una continua comunicación con las personas que nos rodean, tanto con las más cercanas como con aquellas a las probablemente no volvamos a ver nunca. Lo cierto es, que aunque muchas veces no reparemos en su relevancia, el estilo de comunicación que usemos nos puede llevar a unos determinados tipos de relaciones y objetivos, incluso a experimentar conflictos que se querían evitar. ¿Te ha pasado alguna vez que no has sabido expresarte de la forma que deseabas y eso ha conducido a problemas o a no poder obtener lo que perseguías? Si la respuesta es afirmativa, podemos empezar a plantearnos qué estilo comunicativo empleaste en esa situación. Principalmente, hay tres estilos de comunicación: el agresivo, en el que podemos convertirnos en puros dragones, el pasivo, en el que nos escondemos en el caparazón como verdaderas tortugas o, por último, el asertivo.
En el primer caso, en el estilo agresivo, tendemos a defender nuestra opinión e intereses por encima de todo, sin respetar ni tener en consideración el de los demás. No tenemos por qué gritar ni insultar para ser agresivos, sino que en muchas ocasiones podemos resultar serlo para las personas con las que nos relacionamos de otras maneras, como no dejándoles su tiempo de habla, o no teniendo en cuenta su opinión. En este caso, si tuviéramos una tarta que hubiera que compartir, nos comeríamos todos los trozos sin consultar a nadie.
El segundo estilo de comunicación, el pasivo, hace que no expresemos nuestras ideas, deseos u opiniones en ocasiones por miedo, por evitar conflictos o simplemente por no saber cómo hacerlo. En este caso, en el ejemplo de la tarta, nos quedaríamos sin probar bocado para ceder todos los trozos a los demás, aunque nos muriéramos de ganas de probarla. Y sí, es probable que de esta manera se eviten algunos de los conflictos, pero hay que plantearse a qué precio, ya que en este tipo de comunicación se puede tener que renunciar a mucho.
Sin embargo, existe un tercer estilo comunicativo y es que, como siempre se ha dicho, los extremos nunca son buenos, y es ahí, en el centro del estilo agresivo y del pasivo, donde se encuentra el estilo asertivo. En este tipo de comunicación, defiendes y expresas tus deseos e intereses con educación y tranquilidad, respetando los de los demás. En el caso de la tarta, sería dividirla entre tantos trozos como personas hubiera. De esta forma, también se pueden evitar conflictos, ya que se busca que las personas que están incluidas en la comunicación puedan expresarse y conseguir sus objetivos. Probablemente, se puede pensar que este estilo comunicativo, el asertivo, es demasiado complejo como para ponerlo en práctica en nuestro día a día; sin embargo, debes saber que se pueden aprender diferentes técnicas para conseguirlo y que, como todo, se puede conseguir practicando a lo largo del tiempo.
¿Cómo puedo ser asertivo?
A continuación, se expondrán algunas pautas y técnicas para aprender a ser asertivos, y dejar al dragón y a la tortuga atrás.
Para empezar, algunas instrucciones básicas que debes conocer es que se debe empezar dando tu opinión o punto de vista en un tono tranquilo, de forma pausada y con un volumen de voz normal. Cuando el otro haga lo mismo, se le tiene que escuchar con escucha activa e intentando ponerse en el lugar del otro. En ocasiones, la conversación tiene que llegar a un punto en común y a una conclusión final que resuelva un problema o conflicto. Para ello, todos los miembros de la conversación pueden plantear soluciones y propuestas, y para llegar a resolverlo todas deben ser valoradas y escuchadas. En ocasiones, en el estilo asertivo, puede ser relevante la expresión de emociones y estados que podemos estar experimentando en ese momento, lo cual puede aumentar la comprensión y la empatía por parte del otro y, así facilitar la comunicación entre ambos. Puede ser importante también no acusar ni echar en cara a la otra persona cosas de eventos pasados o de su personalidad que no sea fácil de cambiar, ya que esto no nos va a llevar a una buena comunicación, sino centrarnos en hablar aquellos aspectos que se puedan cambiar de una forma más sencilla, no quejándonos de aspectos de su personalidad, sino conductas. Por ejemplo, no decir “estoy harta de hacer todo porque tú eres un vago”, si no expresarlo de la siguiente forma: “me siento agobiada con las tareas de casa y me gustaría que pudieras ayudarme más con algunas de ellas”.
Por último, algunas de las técnicas más empleadas en el estilo asertivo son:
–El disco rayado: repetir nuestro punto de vista una y otra vez sin entrar en discusiones ni provocaciones.
–La aserción negativa: reconocer nuestros errores y faltas sin permitir que se amenace nuestro valor personal y dirigiendo las críticas hostiles hacia críticas constructivas.
–La negación asertiva: se utiliza para rechazar una crítica inapropiada o injusta.
–La pregunta asertiva: consiste en indagar en una crítica abstracta y generalizada hasta llegar a una crítica de una conducta concreta.
–La técnica del “sándwich”: trata de envolver una crítica constructiva en aspectos positivos a destacar.
–El aplazamiento asertivo: aplazamos la respuesta que vayamos a dar a la persona que nos ha criticado hasta que nos sintamos más tranquilos; o, incluso, podemos emplear la técnica de ignorar para aquellos interlocutores agresivos y conversaciones sin opción a réplica.
¿Os han parecido útiles estas propuestas? ¿Conocíais alguna de antes? Dejádnoslo saber en los comentarios.