El mundo afectivo y emocional constituye una dimensión esencial de la persona. La relevancia de las emociones y sentimientos es excepcional. Nos ayudan a vincularnos con otras personas, a conocernos, nos dan información sobre lo que sucede en nuestro interior, facilitan la superación de heridas, y nos pueden proteger de determinadas situaciones, entre otras funciones.
¿Es la culpa una emoción negativa?
Tradicionalmente, se han clasificado las emociones en negativas y positivas. No obstante, todas las emociones muestran un sentido, por lo que, en su lugar, podríamos dividirlas en agradables y desagradables. De entre ellas, una de las emociones más complejas, y que ciertamente podemos clasificar como desagradable, es la culpa, con su correspondiente sentimiento de culpa.
La culpa actúa como una señal de alarma. Conlleva una evaluación subjetiva negativa de una acción u omisión, por lo que nos lleva a la reflexión. Por lo tanto, presenta una función. Estoy hablando, por supuesto, de la culpa sana o adaptativa. De esta manera, podemos distinguir una culpabilidad sana y una culpabilidad insana.
¿Cuál es el sentido de la culpa? Fundamentalmente, facilitar la reflexión, y en su caso tomar conciencia del daño y hacernos responsables de nuestras acciones. Nos invita a conocernos a nosotros mismos, y a nuestra escala de valores. Esta valoración, nos sirve para orientarnos hacia aquello que realmente queremos. Además, nos marca el camino hacia la acción reparadora. Todos cometemos errores. El sentimiento de culpa nos permite reflexionar y plantearnos las siguientes cuestiones: ¿Nos aleja ese acto de nuestros objetivos?, ¿Es contrario a nuestros valores?, ¿De qué forma puedo reparar ese daño?, ¿Qué pasos puedo dar para perdonarme a mí mismo o pedir perdón?