La palabra éxito es una de las más escuchadas en la sociedad actual. Si introducimos “éxito” en nuestro buscador, aparecen infinidad de libros, artículos y charlas que prometen pasos y estrategias definitivas orientadas a alcanzar este bien tan preciado.
Pero, ¿Qué es el éxito? Como psicóloga, al realizar esta pregunta a mis pacientes, me encuentro con infinidad de respuestas. Es un concepto muy personal, que depende de la cultura, creencias y valores de cada uno. Asimismo, puede ir cambiando a lo largo de nuestra trayectoria vital. Para algunos, el éxito radica en lo profesional, en alcanzar aspiraciones en su trabajo. Para otros, se traduce en formar una familia. Algunas personas entienden el éxito en el desarrollo de un camino vocacional, mientras otros consideran que una vida exitosa es aquella en la que se ha adquirido un gran número de experiencias.
Definitivamente, el concepto de éxito depende de la persona. No obstante, en ocasiones parece que vivimos implicados en conseguir una serie de requisitos, desde un concepto de éxito que, a la larga, no nos hace felices. Muchas veces, detrás de estas vivencias se encuentra el objetivo de ser valorados por la sociedad o las personas que nos rodean. Este camino, vivido desde la autoexigencia, puede ocasionar grandes frustraciones y desencantos vitales. Creo que todo buscador de éxito aspira, en esencia, a encontrar la felicidad. Por ello, es importante preguntarnos si nuestra definición de éxito nos hace más felices.
No podemos plantearnos el concepto de éxito sin hablar del fracaso, que se entendería como la no consecución de aquello que anhelamos. Normalmente, nos movemos en una misma variable con dos polos, éxito y fracaso. Desde esta idea, corremos el peligro de entrar en una vorágine en la que conseguimos logros vacíos, o fracasos que no logramos superar. Pongamos un ejemplo sencillo. Si tenemos que dar una conferencia, podemos medir el éxito por el número de asistentes, la repercusión que tenga la charla o la enhorabuena de nuestros jefes. Así, si estos requisitos se cumplen, podemos decir que hemos realizado una conferencia exitosa. Si no se cumplen, esta conferencia habría sido un fracaso.
¿Qué pasaría si además de esta variable formada por los polos éxito y fracaso, introdujésemos la variable “sentido”? Es decir, ¿que pudiéramos medir no sólo nuestros éxitos o fracasos, sino si estos responden o no a un significado?
Según Viktor Frankl, entendemos por sentido a la capacidad del ser humano de encontrar un propósito y significado a las situaciones concretas, en base a su libertad y responsabilidad personal. La diferencia entre éxito y sentido es que el primero se orienta hacia el logro de una meta, mientras que el sentido se puede mantener independientemente de que la meta se alcance o no. De esta manera, podemos encontrar un sentido incluso en situaciones adversas.
Si nos atenemos al mismo ejemplo, podemos haber realizado una conferencia exitosa, la cual sintamos que no es acorde a nuestros valores o que no nos motive. En este caso, nos encontraríamos con un éxito vacío de sentido. Asimismo, una conferencia que haya sido un fracaso, puede haber reflejado una gran implicación, ilusión por transmitir algo en lo que creemos, o haber conllevado un gran aprendizaje, ya sea previo o posterior (“¿En qué me he podido equivocar?, “¿Qué podría cambiar?”). En este caso, hablaríamos de un fracaso con sentido. Asimismo, nos podemos encontrar fracasos vacíos, o éxitos plenos de sentido.
De esta manera, no es tan importante el éxito o el fracaso como el sentido que le otorguemos.
¿Qué es el éxito para mí?, ¿Mi concepto de éxito me está haciendo feliz?, ¿Le doy un propósito a mis metas?, ¿Puedo darle un sentido a mis fracasos.
Si estás cuestiones te resuenan y te gustaría profundizar en ellas, no dudes en contactarnos, contamos con un amplio y contrastado directorio de psicólogos en Madrid. Estamos felices de poder ayudarte.